La próxima vez que estemos con alguien viendo una película o un programa de televisión vamos a fijarnos en su rostro. Observaremos si cuando el actor o el presentador se ríe, nuestro acompañante sonríe de forma involuntaria. Observaremos si cuando el que aparezca en la televisión, nuestro acompañante también pone su rostro serio. Si somos lo bastante observadores, también podemos hacerlo con nosotros mismos. Nos podemos llegar a sorprender que sin darnos cuenta, adoptamos el mismo gesto de aquella persona que tenemos en frente…
¿Qué está ocurriendo? La empatía y las neuronas espejo entran en acción.
EMPATÍA
La empatía es la capacidad de captar lo que otro piensa y necesita y la conexión sincera con su sentir como si fuera propio -a pesar de que no sea lo mismo que uno pensaría o sentiría en la misma situación- sintiendo a la vez el deseo de consolar y ayudar
Anna Carpena (2016)
Es importante destacar que en la empatía no se transmite el sufrimiento, es decir, podemos saber qué siente la otra persona, pero sin llegar a estar al 100% en sus zapatos. Lo mismo ocurre con la alegría. A nivel general la empatía suele asociarse a las emociones negativas, pero también se experimenta con emociones positivas.
Por otro lado, cabe destacar que existen dos tipos de empatía: cognitiva y emocional. Cada una de ellas corresponde a circuitos cerebrales diferentes.
La empatía cognitiva consiste en saber lo que piensa y saber lo que siente la otra persona.
La empatía emocional nos ayuda a sentir lo que sienten otros.
La diferencia entra una y otra, es que con la cognitiva podemos saber si alguien está triste o alegre; y con la emocional podemos ponernos en su lugar.
Tanto una empatía como la otra, surgen de la empatía base o primigenia. ¿Cuál es esta? La más simple de todas, cuando se nos contagia una risa, un llanto, un bostezo, etc. A través de este tipo de contagio, se puede saber que la empatía es algo innato en el ser humano.
Sin embargo, es necesario seguir desarrollándola a lo largo de la vida. Los niños pequeños muestran señales de empatía. En la adolescencia esta empatía desciende en favor del egocentrismo y al inicio de la adultez temprana vuelve a surgir.
Neuronas espejo
Giacomo Rizzolatti descubrió en 1996 las neuronas espejo. Rizzolatti y su equipo se percataron que cuando unos monos observaban a otro monos haciendo un movimiento, se activaban las mismas neuronas. ¿Cómo era posible que en el mono que no se movía se activaran las mismas neuronas de aquellos que sí realizaban un movimiento? La respuesta estaba en las neuronas espejo.
Como destaca Anna Carpena (2016), «el cerebro humano tiene múltiples sistemas de neuronas espejo especializadas no solo en la reproducción de las acciones que observamos en los demás (o tener el impulso de hacerlo) sino en la comprensión de sus emociones y sus intenciones y el significado de su comportamiento». Las neuronas espejo nos permiten conectar con la mente de otra persona a través de la identificación, esto es, a través de la emoción más que del pensamiento.
Rizzolatti afirma que cuando observamos a alguien llevando a cabo una acción, sus movimientos, queramos o no, tienen un efecto en nosotros. Con imaginar una acción, nuestra mente se predispone a realizarla, otra cosa es que la llevemos a cabo o no. Las neuronas espejo están repartidas por todo el cerebro, especialmente en las zonas del cerebro social que tienen conexiones con las regiones emocionales.
Empatía y las neuronas espejo
A lo largo del artículo se ha podido ver cómo las neuronas espejo nos ayudan a representar en nuestra mente tanto movimientos como emociones ajenas. Gracias a ello podemos ponernos en el lugar de otra persona. Se trata de un «equipamiento de serie» que llevamos desde que nacemos, sin embargo, no por ello debemos olvidar nuestra educación emocional.
A través de una correcta educación emocional podremos desarrollar la empatía necesaria para no dañar a otras personas ni a nosotros mismos. Porque la empatía no sólo es hacia los demás, sino hacia nosotros mismos.
¿Cómo podemos desarrollar empatía hacia nosotros? Una técnica que se suele llevar a cabo es a través de la visualización. Nos observamos dentro de cinco años y nos preguntamos cómo nos gustaría que fuera nuestra vida y como será si no hacemos nada. Por ejemplo, nos podemos imaginar cómo será nuestra vida si no dejamos de fumar o dejamos de llevar a cabo cualquier actividad que nos perjudique. De esta forma, podemos concienciarnos de que lo que hagamos en el presente, lo recogeremos en el futuro.
Las neuronas espejo han resultado ser uno de los descubrimientos más sorprendentes de los últimos tiempos. La empatía y las neuronas espejo todavía tienen un largo recorrido en la investigación científica. Pero gracias a las investigaciones que se han desarrollado hasta ahora se han podido explicar diferentes matices del comportamiento humano que hasta ahora sólo podían suponerse. Sin duda, este descubrimiento nos ayudará a darnos cuenta como clínica de salud mental, que al estar hechos para empatizar con los demás, lo ideal es desarrollar nuestra compasión por los demás en lugar de la rivalidad.
Leer artículo original en: Psicoactiva.com
Bibliografía: Carpena, A. (2016). La empatía es posible. Bilbao: Desclée